Las pasadas fechas navideñas son
propicias para la reflexión. Cuando las luces festivas iluminan nuestras
ciudades se plantean cuestiones que, en lo personal y en lo social, hacen
referencia al impacto de la figura de
Jesús y del Cristianismo, en la definición ética, estética y cultural de
nuestra sociedad.
Sin embargo, raras veces nos
asomamos al contexto histórico del Cristianismo que, hace más de dos mil años, proporcionó
uno de los mejores ejemplos de innovación disruptiva en el campo de las ideas y
creencias. Un ejemplo que nos ayuda a
comprender donde y como surgen ideas y oportunidades que cambian mercados y
sociedades.
El cristianismo nace en Judea,
una provincia semiautónoma del Imperio Romano de escasa relevancia frente a
vecinos más prósperos como Siria o Egipto. Una posición periférica que permitía
la pervivencia de fuertes tradicionales locales asociadas a la cultura judía,
junto con la llegada de influencias culturales desde los mundos helenístico,
semítico e incluso iranio.
La diversidad cultural convertía
a Judea en el lugar ideal para la aparición de un movimiento religioso que incorporase
elementos de las distintas creencias que se superponían en este área. Su
relativa marginalidad hacía posible una expansión local que no preocupase a las
grandes religiones imperantes, a la vez que permitía una primera expansión a
través de las comunidades judías dispersas en el oriente romano.
Este mismo esquema se replica en
la aparición de ideas, creencias o productos y servicios, que podemos calificar
de disruptivos. Muchas de las
innovaciones disruptivas aparecen inicialmente en localizaciones marginales,
donde confluyen ideas muy diversas, y donde su propia singularidad hace que
surjan necesidades específicas.
Estas localizaciones reciben el
nombre de nichos. En términos empresariales un nicho es un conjunto de clientes, con un perfil común y,
propicios a comprar una novedad. Por ejemplo, aquellos usuarios de líneas
aéreas que estaban dispuestos a ver reducido su nivel de servicio a cambio de
una reducción paralela en el coste de su billete.
La identificación de nichos es un
ejercicio básico para la localización de innovaciones disruptivas.
Afortunadamente la investigación a lo largo de la última década ha permitido identificar
tres tipologías de nichos que facilitan la búsqueda.
El primero de los nichos
potencialmente disruptivos lo constituyen los no clientes. Se trata de un
segmento fácil de identificar aunque muy difícil de conquistar por los
jugadores tradicionales. Volviendo
al origen del cristianismo, la religión
oficial romana había dejado de ser atractiva desde el punto de vista espiritual para grandes segmentos de población,
-no clientes -, que recibían muy positivamente a nuevas propuestas de origen
oriental como los cultos mistéricos.
Los clientes “infraservidos”
forman el segundo nicho a considerar. Esta categoría agrupa a clientes actuales
no satisfechos que exigen nuevos niveles de servicio. Los primeros pasos del
cristianismo tuvieron lugar entre parte de la propia comunidad judía que percibía al cristianismo como una mejora
mesiánica de sus creencias tradicionales.
Finalmente el último nicho a
seguir está compuesto por los “ultraservidos”. Son clientes actuales que no
saben qué hacer con tantas funcionalidades, y que por tanto son susceptibles de
ser atraídos por propuestas más simples y de menor coste. Muchos de los
creyentes de religiones alternativas al Cristianismo fueron atraídos por la
simplicidad de la nueva doctrina, que huía de complejas mitologías.
Estos tres nichos concurrían en
Belen de Judá hace 2.000 años. Las creencias disruptivas que allí surgieron cambiaron nuestra civilización para siempre.
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Un abrazo de Portugal
Publicado por: Oferta de Emprego | enero 05, 2010 en 08:25 p.m.