La historia de la vida en nuestro planeta nos permite comprender algunos puntos oscuros de la dinámica competitiva de las empresas. En concreto, la extinción de los dinosaurios en el periodo cámbrico, hace tan sólo 65 millones de años, arroja ilumina algunos aspectos oscuros de la innovación empresarial.
La explicación más aceptada es que la era de los dinosaurios finalizó con el impacto de un meteorito que altero sustancialmente el clima planetario. Dada la velocidad y profundidad del cambio, el 75% de las especies vegetales y animales desparecieron.
En nuestro entorno económico, una extinción masiva de empresas en un sector puede producirse cuando aparece en el horizonte una innovación disruptiva. De acuerdo al creador de este término, Clayton M. Christensen, una innovación disruptiva es “aquella que transforma perceptiblemente las demandas y necesidades de un mercado dominante y, quebranta el modelo de negocio de los competidores clave de este mercado”.
El equivalente empresarial al meteorito del periodo cretácico es la tecnología. La irrupción de una nueva tecnología puede transformar de forma tan radical los modelos de negocio dominantes dando lugar a una verdadera extinción masiva.
La historia económica abunda en ejemplos de estas extinciones. El frigorífico doméstico acabo con la industria de distribución de hielo. La electricidad puso fin a la era del alumbrado de gas. Y en nuestros días, la digitalización del video está dañando de forma irreversible a los videoclubs.
Sin embargo, más allá de estas extinciones catastróficas, la historia de nuestro planeta muestra otro patrón de extinciones muy distinto. Hace 2.000 millones de años, las cianobacterias comenzaron a basar su metabolismo en lo que hoy denominamos fotosíntesis. Como subproducto de este proceso, estas bacterias emitieron oxígeno a la atmósfera en cantidades cada vez mayores.
Apenas 200 millones de años más tarde, la concentración de oxígeno en la atmósfera superaba el 15%, alterando radicalmente su comportamiento químico. Como resultado de este proceso, todos aquellos microorganismos incapaces de convivir con el oxígeno desaparecieron.
Este tipo de extinción más lenta, pero de igual alcance, tiene también su reflejo en el mundo empresarial. En este caso el papel determinante los juegan los valores sociales. Todos hemos tenido la sensación de que una empresa está caduca, no por qué sus productos o servicios lo estén, si no porque los valores sociales que representa o se sustenta ya no son actuales, o mejor dicho ya actúan de forma viva en nuestro entorno.
Esta falta de adecuación cultural se traduce en dificultades para comprender el mercado, desarrollas nuevas propuestas y atraer nuevo talento. Desde la perspectiva del mundo de la formación, es esta última limitación es la más dramática.
Si se analizan los valores hoy en día caracterizan a la generación más joven destacan términos como autoafirmación, confianza en uno mismo y autoexpresión. El dar cabida a estos valores dentro de las organizaciones es clave para atraer el mejor talento, y como segunda derivada, para comprender un mercado que hace propios estos rasgos definitorios.
La propia historia de la vida nos ha mostrado las dos fuentes de cambios sustanciales en el entorno competitivo: cambios catastróficos provocados por innovaciones disruptivas y cambios graduales determinados por transformaciones sociales. En próximos posts analizaremos en detalles como identificar las señales que nos anuncian estas transformaciones.
Es importante para las empresas tener muy en cuenta los cambios sociales y culturales los cuales determinan las transformaciones de su mercado.
Un saludo!
Publicado por: Pablo | octubre 28, 2008 en 01:06 p.m.