Uno de los aspectos menos conocidos del fenómeno de convergencia es cómo afecta a nuestra capacidad para percibir nuevos productos y servicios. El número cada vez más alto de canales, dispositivos y medios que nos hacen llegar mensajes hace que el recurso más escaso sea <strong>nuestra propia atención</strong>.
El concepto de economía de la fue acuñado por Thomas H. Davenport (bio) y popularizado en un divertido e inteligente libro del mismo título. A pesar de alguna boutade al estilo de "la historia del mundo es la historia de la atención", Davenport destaca la relación entre percepción del cliente y éxito del producto.
Y es que en el entorno de la convergencia el tiempo es el rey. Con cada vez más productos y servicios en el mercado, el factor tiempo se vuelve imperativo. Un ejemplo lo encontramos en el mundo del cine, donde el éxito de una película ya no se mide en número de espectadores a lo largo de su primer mes de exhibición, sino en su primera semana. Y que decir de los videojuegos o de las descargas de tonos para nuestro móvil. Su vida es tan efímera como su éxito.
Ante ello la industria reacciona de dos formas: mediante la <strong>saturación multicanal</strong> o mediante las <strong>técnicas de reciclado</strong>. La primera de ellas implica aprovechar el corto plazo de vida del servicio para inundar el mercado de productos relacionados en todos los canales posibles. Ejemplos como artistas fugaces vendiendo su talento en CD, DVD, revistas, programas de televisión, tonos para el móvil o galas por toda la geografía patria son buena muestra de esta aproximación.
La segunda estrategia adoptada es la de reutilización haciendo uso de dos herramientas: el versionado y el empaquetado. El versionado nos permite relanzar un producto cuya atención en el mercado declina por una nueva versión actualizada del mismo reiniciando el ciclo. Por su parte, el versionado posibilita agrupar productos maduros y dotarles de una nueva presencia jugando con sus sinergias, y lo que los sociólogos denominan el valor de la opción.
Todo ello con una única obsesión. Capturar una pequeña parte de nuestra atención como consumidores. Y es que ya lo decían los clásicos... sic transit gloria mundi, sobre todo en la convergencia digital.
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