Uno de los periodos más turbulentos de la historia china queda recogido en la Crónica de los Tres Reinos. Durante esa época, entre los los siglos III y IV, el dominio de China fue disputado por tres reinos, finalizando con la reunificación del imperio bajo la dinastía de los Sui, y la elimiación de los poderes feudales.
Este proceso histórico recuerda a la guerra, - mucho menos cruenta -, de los sistemas operativos en la China actual. Una lucha en la que resaltan algunas de las corrientes subyacentes en la política tecnológica del gigante asiático.
Como pone hoy de manifiesto El Navegante con su noticia "China, Japón y Corea del Sur se alían para promover Linux frente a Windows" (ver noticia), el primer contendiente es la China Open Source Software Promotion Alliance. (COSSPA). Una organización pública financiada por empresas privadas que busca el desarrollo del software libre dentro de un marco asiático. Precisamente, la noticia citada muestra el interés por el desarrollo de una plataforma Linux para el Asia Oriental, con la participación de China, Japón y Corea del Sur, acorde con los estándar internacional de Linux. Entre los participantes dentro de esta alianza destacan un viejo conocido RedFlag, junto con Oracle, Sun, IBM, Hewlett-Packard, Intel, SAP AG, BEA Systems y Novell.
Sin embargo, Red Flag, junto con Oracle, actuan simulateamente como jugadores independientes. Si COSSPA mantiene una visión multinacional y la filosofía de codigo abierto. Red Flag apunta a un entorno mucho más chino-céntrico (pese a el nombre de AsiaLinux dado a su ultimo desarrollo), y a una visión restringida del código abierto, a la que se denomina código transparente. Dos visiones muy distintas que son el reflejo de distintas políticas e intereses que conviven dentro de la propia Chima.
Y finalmente el enemigo a batir, Microsoft. Un enemigo al que la incorporaciónd e China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha dado nuevas alas. No en vano el gobierno chino ha debido renunciar a su pretensión de que entre el 50% y el 70% de las compras de software efectuadas por el gobierno chino, o empresas por él participadas, deberían ser de origen nacional.
Un panorama mucho más complejo de lo que muchos imaginaban.
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